dimecres, 22 d’abril del 2009

Bodyes: la exposición prohibida.


Yo tuve la suerte de poderla ver en Barcelona. La encontré magnífica, muy, muy educativa, aleccionadora, impactante.
Me gusto mucho y la recomendé a mis amistades y a mi familia. De corazón, con convencimiento, con la certeza de que estaba viendo una lección de anatomía impagable. Una lección del funcionamiento de nuestro cuerpo, magistral. Una lección de humildad ante la perfección de esta “máquina” perfecta. Una lección de vida, de que debemos cuidar esta maravilla que es nuestro cuerpo, un engranaje de piezas perfecto, complejo y frágil que demasiadas veces maltratamos y ponemos al borde del abismo (estupidez humana).
Y hoy, oigo en las noticias, que la han prohibido en Francia!.
La orden la ha dado un juez y los argumentos son, para mí, absurdos y pueriles. Respeto las opiniones en contra. Puede que a mucha gente le hiera su sensibilidad. Puede que a otros les encoja el estómago o les provoque náuseas…..
Pero…lo dudo.
Desgraciadamente estamos todos bastante “curtidos” con las imágenes violentas que nos ofrece la televisión y que ningún juez censura.
Sufrimiento a tiempo real de personas reales, no de cuerpos sin vida, tratados químicamente y momificados.
“Los cadáveres deben estar en los cementerios” dicen los censores de la exposición Bodyes.
Y yo les digo:
Cierto señores. Y los niños deben estar en las escuelas y no en las calles!.
De acuerdo señores. Y las mujeres (casi niñas algunas), deben estar en sus casas con los suyos y no en las carreteras comerciando con su cuerpo!.
Les doy la razón señores. Siempre y cuando se respete antes que a los muertos, a los vivos. A los que mata el hambre, la sed, el sida, las guerras!.
Cuando seamos capaces de erradicar el hambre, las enfermedades, la miseria, la violencia….
Entonces, señor magistrado, hablaremos de si es ético o no lo es, mostrar cuerpos humanos tratados para que podamos ver la complejidad de este “envoltorio” con el que nacemos, vivimos, nos enamoramos, odiamos, procreamos, comemos y defecamos, adoramos u odiamos.
Nuestro cuerpo.
El mío, el suyo, el de todos.
Yo, señor juez, he donado mi “body” a la ciencia y, se lo digo sin rubor: No me importará si llegado el día (ojala tarde), alguien aprende conmigo una lección magistral de anatomía.

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